La fábrica de harinas

Un paisaje híbrido donde impera una mezcla muy heterogénea de edificaciones desvinculadas dentro de la fisionomía del barrio, unido a él por la “tapia” a lo largo del Paseo de Farnesio, la cual en esta zona cambia de dirección, también en la construcción, y deja de estar bordeando el Paseo de Farnesio para albergar un edificio emblemático de la empresa ferroviaria (que bien pudiera hoy aprovecharse para servicios de la ciudadanía): el depósito de máquinas de tren, cuando este utilizaba el vapor como fuerza motriz, y el carbón como combustible.

Allá a lo lejos, y también desde este lugar, descuella entre la niebla un edificio de nueva planta que responde al estilo de construcción propio del último tercio de los años 50, caracterizado por el predominio vertical, la homogeneidad en los huecos, y con la única singularidad de la forma trapezoidal del tejado cubierto de pizarra. Este edificio anunció la época del desarrollismo, que se inició en el segundo lustro de esa época, tuvo su eclosión en décadas posteriores, y el edificio en construcción de mediados de los ochenta constituye una muestra de aquella eclosión de edificios levantados en espacios emblemáticos de la ciudad, que respondían a la ordenación urbanística propia de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX en Valladolid; Casa de Mantilla, Casa y Fábrica de Chocolates La Llave, edificación frente a la Estación de Autobuses… son testigos de la época a la que pertenecía también esta fábrica de harina.

Es la casualidad buscada la que nos ha llevado a escoger esta foto, realizada a finales de lo años 80, en plena demolición -si bien su abandono se remonta a los 70-.

La foto exhibe uno de los tres cuerpos de la fachada de la fábrica. A ese respecto, preferimos que quien contemple la imagen descubra la riqueza y variedad de formas que la configuran, tanto de arriba abajo como de izquierda a derecha.

La observación le llevará al descubrimiento de un muestrario arquitectónico cuyo estilo es una continuación de la fábrica, estilo que le acerca a las edificaciones del Paseo de Recoletos. Junto a este complejo fábrica-edificio, aparecía una pasarela, desaparecida en 1962, en perfecta armonía estilística con el mismo, que resultaba otra unión del barrio de las Delicias con el Centro de la ciudad.

Este edificio estaba destinado a las viviendas de los empleados, y constituye toda una muestra del estilo ecléctico de mediados del siglo XIX, época en la que el ladrillo prácticamente desaparece, y queda muy limitada la utilización del hierro. Todo ello en contraste con los edificios de las Delicias, como hemos visto en entradas previas.

Conviene saber:

El complejo fabril presentado constituye, al menos para los vecinos del barrio, un enlace entre las Delicias y el “Centro” de la ciudad. La pasarela, del estilo del edificio, constituía un mirador que, durante su recorrido, nos permitía la contemplación de un paisaje urbano que se caracterizaba por la armonía de las construcciones que la determinaban: el paso levadizo (elemento central), la fábrica de harinas (en plena armonía con la pasarela), edificaciones de algunos años anteriores (la Posada), que respondían a la época de la llegada del ferrocarril, y la fábrica de chocolate “La Llave”, que data de 1951 (y todavía subsiste), que respetó el estilo de la zona, configuraron un enclave de armonía urbanística. Sin lugar a duda, todos estos elementos configuraron el vestíbulo donde todos revisábamos nuestro nivel de ciudadanía, sintiéndonos más pertenecientes a la ciudad que vecinos de la barriada.

-El complejo fabril se construyó en las inmediaciones de la vía, separado de esta por terrenos que nuestros padres llamaban “La Campsa”, aunque nosotros siempre conocimos esta empresa en la actual calle Puente Colgante (entonces Carretera de Salamanca). Una vez trasladada la Campsa, en esos terrenos próximos a la fábrica se ubicaron los Almacenes Generales de Castilla, por lo que deducimos que el establecimiento de estos fue posterior a la harinera (la ciudad se extendía hacia el sur) a mediados del siglo XIX.

-El complejo en nuestra niñez se contemplaba como una continuidad, o al menos en armonía, con las edificaciones del Paseo de Recoletos, cuyo estilo respondía a la época de esplendor de la burguesía, dedicada a la industria de transformación (la Harinera y la Maderera).

-Hasta finales de los 50, los viandantes contemplábamos las maniobras del tren de vía estrecha, que pertenecía a una empresa regional (el tren burra), cuando hacía la maniobra entre la estación de ferrocarriles secundarios (actualmente la Estación de Autobuses), y la zona próxima a la “Estación de Campo Grande”, siguiendo la vía instalada al respecto entre ambas estaciones. Las maniobras tenían por finalidad acercar el cereal de Tierra de Campos a esta fábrica de harinas y salvados.

-La fábrica funcionaba las veinticuatro horas, y a partir del anochecer, el alumbrado de su interior resaltaba los huecos de la edificación. Era un espectáculo que activaba nuestra curiosidad sobre el complicado funcionamiento de la maquinaria utilizada, tan alejada y ajena a nosotros, a pesar de su proximidad y compañía.

-Todos fuimos testigos de los cambios tecnológicos en los años 50 y 60 en cuanto al trasiego de mercancías de entrada (trigo) y salida (harinas y salvados) que, de carretas tiradas por caballos percherones, pasaron a los primeros camiones fabricados en España, los Pegaso; la implantación del torno acabó con el arribo de vagones, que siempre había estado a cargo de cuadrillas de hombres que empujaban un vagón cargado de mercancía. Aquello supuso muchas mejoras, y los esforzados peones pasaron a ser trabajadores que ajustaban las nuevas tecnologías al trabajo que exigía doblegarse a la pesada realidad.