La presente edificación es de dos alturas y tres huecos en la planta baja: el más cercano al observador es una puerta que está coronada por el rótulo del establecimiento, que en tiempos había sido una frutería, la cual contaba con anaqueles en la pared frontal; frente a ellos, el segundo hueco constituía una ventana de vivienda que daba a la calle, con parapeto de hierro trabajado a media altura. El tercer hueco correspondía a la puerta que comunicaba con la vivienda superior, cuyo acceso era una escalera de madera de altos banzos por la fuerte pendiente.
En la foto aparece un edificio con pequeñas modificaciones en el local, pero que cambia su aspecto primitivo: el rótulo pertenece a esta época que ahora comentamos, la vistosa ventana fue remplazada en tiempos por un escaparate con trampas de madera que permitía la exposición de artículos; el establecimiento deja de ser frutería, con balanza de brazos y los platillos, pieza de alfarería y los anaqueles frontales, y se adapta a los nuevos tiempos: se dedicará a ultramarinos. Los bazares aparecen ya con productos envasados y botellas de formas y tamaños distintos según el líquido y cantidad; la balanza de platillos da paso al dinamómetro, que vulgarmente también se llama «peso»; el medidor de aceite presidirá un mostrador de fábrica rematado por una losa blanca y homogénea de mármol, y el frontal de este estaba cubierto por baldosines perfectamente colocados en una estructura de cuadrícula.
Por otra parte, es verdad que esta tienda no fue pionera en este tipo de venta al por menor en estos lares, pero sí quien abrió las puertas al público por primera vez en una época de cambios (mediados de los 50), y trajo el aire renovador de los tiempos: ponía al alcance del público en general aquellos productos que en muchos casos resultaban privativos para algunos. Así abrió las puertas a todos, y todos entraron en una forma de vida nueva: la opción según la valoración calidad/precio en gran parte de los artículos. Todos los artículos estaban al alcance de cualquiera, y no bajo la mordaza de la fianza (la compra no se pagaba al contado, sino que se apuntaba en un cuaderno, y se pagaba todo cuando se cobraba), que obligaba a comprar a aquellos con pocos recursos en establecimientos concretos a precios abusivos.
Esta edificación es un ejemplo más de instalaciones distintas constituyendo un complejo: la parte baja de la vivienda dará también acceso a un patio en el que con el tiempo se instalaría un taller mecánico con maquinaria de gran precisión, como son los tornos y las fresas, y dedicado a industria subsidiaria de mecánica del automóvil.
Todos estos fueron cambios que anunciaban nuevos tiempos.
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