La ropa cambia de color en el taller de la casa

 

La casa-taller del tintorero se completa con otra mitad homóloga que no aparece en la foto. La ventana estaba adaptada al negocio, no tenía verja, y contaba con un mecanismo de apertura vertical que facilitaba la entrada y salida de los encargos. El interior constituía una enorme sala-taller perfectamente distribuida en espacios: la plancha, el tinte, el perchero, la recepción de la ropa, el despacho, el depósito de las prendas…

El acceso al edificio se hacía a través de un amplio portal, cuyo fondo lo ocupaba el portón de entrada al patio. Este espacio era idóneo para el tránsito de ropa que llegaba a este taller.

El clásico bajante del canalón de cinc aparece adosado a la vivienda del tintorero con el protector de hierro en su parte media-baja.
Otros elementos destacables son la verja y el dintel de la ventana en blanco, resaltando así los huecos de la casa.

La parte inferior de la fachada tiene piedra caliza, material muy utilizado en este tipo de construcciones, y como nexo de los cimientos con la obra de fábrica. Destacaba, por ser el único, el letrero de madera que sobresalía de la pared, donde estaba colocado perpendicularmente, y en el cartel rezaba «Tintorería Arroyo».

La importancia de este taller reside en las necesidades del momento: las personas llevaban a teñir su ropa en casos de defunciones para celebrar el luto, así como la limpieza de trajes de novia y comunión. Destaca también que se aprovechaban las prendas (abrigos, pellizas, jerseys) entre familiares, de padres a hijos, entre hermanos,…, y en estos casos también se recurría al servicio del tintorero.