Un complejo de edificaciones pasando Vegafría

Imagen: Raúl Zapata

El edificio con una altura está integrado en un complejo levantado en una superficie rectangular de grandes dimensiones, situado entre Arca Real y Vegafría, y lo presentamos como uno de los poquísimos inmuebles que pudieran quedar en el barrio de la época entre finales del XIX y principios XX. Tiene titularidad de interés arquitectónico.

Imagen: Raúl Zapata

La planta baja constituyó una zona polivalente: fábrica de ladrillos refractarios, con una gran actividad hasta los años 70 porque el producto siempre se usaba en la instalación de cocinas bilbainas; esta fábrica se componía de un zaguán (siempre abierto) que hacía de distribuidor a la tienda de comestibles y a la escalera de la vivienda. El establecimiento, un amplísimo local muy bien acondicionado para la actividad mercantil de ultramarinos. Esta distribución tiene la entrada por Arca Real, y se completa con dos escaparates contiguos situados en Vegafría a continuación de lo cuales había un bar con un patio muy frecuentado en verano para aprovechar su frescor.

Imagen: Raúl Zapata

Imagen: Raúl Zapata

La parte dedicada a vivienda está integrada por balcones independientes a lo largo de ambas fachadas, en una sucesión alternativa de huecos: aquellos que tienen terraza con los que están limitados por una barandilla empotrada en el dintel. Todos ellos están parapeteados por barandillas de forja muy elaborada, y logran en su conjunto un empaque de distinción singular. Ambas fachadas están corridas con una cornisa muy lograda en su estructura, y una cenefa corrida muy meritoria por las formas, consecuencia de la acertada combinación de los ladrillos.
El tejado también contribuye a la buena estética de la edificación: tiene cuatro aguas de formas triangulares con canalones a la fachada.