UNA EDIFICACIÓN EN LA FRONTERA DE DOS DÉCADAS (1959-1960)

Tras el quiosco, y en la línea de los inmuebles, aparecía un extenso espacio vallado con una empalizada de traviesas de ferrocarril que daba a tres calles: Canarias, Arca Real (donde tenía la entrada) y Tranque, y allí se había instalado un aserradero con la vivienda del titular de la serrería, que llegó a tener una importancia tanto como punto de venta, lugar de trabajo y posteriormente en el desarrollo de la zona.

La desaparición de la serrería, aunque no se ve en la imagen (estaría detrás del quiosco) supuso el inicio de la eclosión de la construcción a gran escala en la calle, el barrio e incluso en la ciudad a finales de los 50 e inicio de la siguiente década. En este caso concreto, el cambio de escenario fue espectacular: las traviesas fueron desapareciendo por fases, según la exigencia del plan de construcción previsto; el primer bloque supuso la llegada de una era nueva por sus líneas de trazado, las alturas acometidas, espléndidas balconadas con novedosos parapetos; uso distinto del hierro en balcones y, por primera vez en la puerta de entrada, un amplio portal, separado de la escalera por una vidriera enmarcada en un bastidor de madera… un tipo de portal que no se había visto en el barrio nunca antes. Sobre todo eran codiciadas estas casas por los servicios que ofrecen: persistía la cocina bilbaina, pero con frente esmaltado; el termo conectado a la cocina hacía posible el uso de agua caliente; el retrete desapareció, y el cuarto de baño lo remplazó.

Así pues, este primer edificio representó un cambio generalizado en la forma de vida cotidiana a la que la mayoría de la población estaba convocada y que en breve se vería satisfecha.

Imagen: Monserrat

La serrería decidió terminar con la actividad maderera en el aserradero y embarcarse en la construcción de viviendas. Supuso, pues, la desaparición del vallado, un cambio en el paisaje urbano. También el anuncio de cambios de gran calado en lo económico y lo social y abrió nuevas expectativas en la ciudadanía, que influyeron en las formas de vida de las gentes. En cuanto a lo último, se vivió lo nunca pensado: la posibilidad de tener casa propia, vivir en pisos con diseño nuevo y con comodidades soñadas, a pagar en cómodos plazos que poco representarían a la economía mensual de la familia, y el desembolso inicial “la entrada” era posible en aquella época a través de los prestamos familiares, de las hipotecas bancarias, de los anticipos de las propias empresas de trabajo. Hacerse con un piso era la ilusión soñada hecha realidad para algunos, el abandono de las casas molineras por pisos con agua caliente, llenos de luz, distribución individual, la cocina azulejada hasta arriba dejaba de ser “el lugar donde el pobre hacia la vida” para transformarse en un espacio que exhibía avances tecnológicos de extensión, implantación y diseño nuevos y novedosos. “La sala de estar” sería la instancia donde se trasladaría la vida familiar.
La cocina se equipararía con nevera, armarios con departamentos que suponía la sustitución por la despensa, la mayoría de las habitaciones “todas exteriores” suplantaron a las lúgubres dependencias dispuestas en corredor de las casas molineras.
Todo era distinto, todo eran cambios. Y también cambió la vida de la gente: se crearon nuevas necesidades, apareció el vecindario que no se conocía y cada uno vivía en su casa. El portal dejo de ser el lugar de convivencia, amistad, ayuda mutua… y apareció la escalera que solo se utilizaba como lugar de transito donde el saludo perdió el significado de la cordialidad. Todos cerraban la puerta y optaron por el aislamiento vecinal. Solo los gastos de comunidad los concertaba para el debate, la discusión, las normas comunitarias, la legislación vigente. La estabilidad del empleo de estos propietarios hizo posible y propicio una nueva vida en todos los demás.
El edificio que tiene el número 28 de Arca Real es el primer representante en la zona y en el barrio y posiblemente estaba pensado en el primer Plan de Construcciones hospiciado por el Ministerio de la Vivienda en la ciudad. El proyecto fue todo un símbolo de innovación. Sería el primero de un grupo de cuatro edificaciones. Fue la primera vez que el vecindario vio la utilización de ladrillo caravista como elemento exclusivo de la obra de fabrica. También se hizo la consideración de la falta de viviendas en la planta baja y después se supo de la preferencia por reservarlo para locales comerciales. La primera fase de la obra sólo se limito a la parte de la escuadra de Arca Real y Canarias. Resultó una edificación esbelta, de 4 alturas, con una fachada con estilo propio, anunciando cambios: en ella sobresale una serie de ventanas parapetadas con placas blancas, que las hacen resaltar. En ambos extremos de la fachada aparecen en situación simétricas dos balconadas con parapetos de nuevo diseño con estilo propio de la época que dan al edificio dinamismo y amplitud.
Los balcones del último piso tenían en la parte superior una montura a forma de pérgola que realzaba el conjunto. Se consiguió así una fachada llena de equilibrio y esplendor y con la esbeltez aludida (más tarde se valoró que la montura de los balcones era causa del encharcamiento de los respectivos cerrados y esto hizo necesario utilizar como soporte la estructura primitiva y montar sobre ella una cubierta para suprimir las inundaciones de los balcones. Esta modificación resto estética al conjunto de la edificación primitiva).
Las novedades también afectaron al portal. Por primera vez apareció una puerta de calle metálica. El dintel está recubierto de piedra artificial. También resulto novedoso la separación del portal con el acceso a la calle mediante un portón de madera provisto de un cristal de grandes dimensiones que daba la sensación de un espacio de recepción. En ambos dinteles de la entrada se instalaron timbres que también constituyeron una novedad a la que todos nos iríamos acostumbrando.
La valla de caravista que no hacía mucho se había construido empezó a desaparecer según iba avanzando el plan en etapas sucesivas para levantar nuevos inmuebles independientes que quitaron vistosidad a los balcones de la casa adyacente con la que hacía medianería. Esos pisos no tuvieron el esplendor y magnificencia del ya analizado, aunque en muchos aspectos todas ellas participaban de la modernidad de la época de finales de los 50 y principios de los 60. Si la manzana que constituyen estos edificios obtento la exclusiva de la modernidad en la zona, también el exponente de prácticas promovidas por el gobierno de aquel entonces hizo que los beneficios fuesen los promotores pues estos recibían subvenciones antes del comienzo de las obras con el único aval de un proyecto de construcción, que tuviese las condiciones exigidas y el sistema de hipotecas aseguraba el pago de los compradores que hicieron de aquellos pisos su nueva morada, y que en plazos de cuantía moderada se les ofertó para amortizar la compra en varias décadas.